Los seres humanos somos la única especie de la tierra con la capacidad de generar símbolos. Símbolos que representan ideas complejas, establecidos mediante la convención, y que con las claves adecuadas pueden ser descifrados por miembros de otras comunidades. Estos símbolos tienen la facultad de servir como identificadores transmitiendo información sobre quienes somos. Cuando formamos parte de un colectivo que, por tradición o por acuerdo, se reconoce a sí mismo a traves de determinados símbolos, sentimos que éstos nos son propios. Ese sentimiento nos acerca a otras personas que experimentan lo mismo, consiguiendo que se establezcan vínculos entre individuos que, tal vez, ni se conozcan, y que se manifieste el sentimiento de pertenencia a una comunidad.
La eficacia de los símbolos depende en gran medida de cómo sean comunicados, de que exista un criterio unitario para su representación, evitando que su estructura visual se altere y deteriore la calidad del mensaje. Así pues, es fundamental que exista una norma de uso que regule la articulación del símbolo en su forma gráfica.